Uno de las procesos más difíciles en la vida de un ser humano es otorgar el perdón. Es el propio temor a que te vuelva a pasar, que te lo vuelvan a hacer, que te vuelvan a herir, tomar el pelo, etc.
La biblia nos muestra un pasaje en el cual Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: --Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? --No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete- le contestó Jesús.
Esto es un poquito difícil de entender para todos nosotros, nos deprimimos, pero entonces como se puede esperar el cambio de la vida de un ser humano, si no se le da la oportunidad de recapacitar. Hay casos en los que practicamente ni pensaríamos en hacerlo, sé que ninguno de nosotros seríamos capaces de perdonar a una persona que atente a nuestras vidas.
A pesar de que lo catalogaban de que era la bestia, el demonio temido del apocalipsis, Juan Pablo II, si fue capaz de hacerlo, fue hasta la celda, habló, perdonó y protegió a la persona que disparó en su contra, dándonos una muestra de que esa persona merecía el perdón, rehacer su vida y que ese grave hecho no afectara el resto de la misma.
Nosotros lamentablemente no perdonamos, el resentimiento es muy grande, cuando alguien nos ofende, nos separamos definitivamente de él o ella, no olvidamos, y eso forma de la propia naturaleza del ser humano, pero es algo que tenemos que modificarlo, si en realidad queremos cambiar nuestras vidas, no es que sigamos con la relación amorosa o de amistad igual, porque eso nunca sucedería, pero que dejemos ese sentimiento atrás y tomemos las cosas que nos pasan día a día, como una muestra de lo que Dios nos enseña a través de la dura escuela que es la vida, en síntesis, que perdonemos y sigamos adelante.
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