Este viernes a eso de las 5 de la tarde me llama mi madre para expresarme que le habían obsequiado unas cuantas taquillas para el concierto de Gilberto Santa Rosa, Los Hermanos Rosario y Héctor Acosta (El Torito). No tenía considerado ir, pero como iba a ser gratuito que más da. Arranco para mi hogar con mi novia a esperar a mis hermanos que iban también. Ya estaba enfadado porque eran las 8, justo a esa hora iniciaba y uno de mis hermanos no había llegado. Llegó a eso de las 8:30. Salimos para el evento.
Aquí comenzó el asunto. Lo primero es que al llegar nos estaban ofreciendo la boleta que valía RD$ 700.00 de área general en RD$ 50.00, las de VIP que valían 1,800 en RD$ 200.00, que más adelante estarían en RD$ 100. Mi madre que le había dado unas cuantas taquillas a mi hermano para que las vendiera, se le peló el buche, pues ni siquiera intentó venderlas al ver tales precios. Entramos al lugar y ya están cantando los Hermanos Rosario. La gente está botada bailando merengue. En el ambiente se sentía como un desorden, una falta de orden que dejaba mucho que desear. Fue luego que me enteré que esto había sido organizado por el Estado de Selvalandia (República Dominicana). Nos colocamos en un lugar un poco desahogado. De repente detrás de mí viene una jovencita y comienza a bailar con un rubito oscuro y dice: “yo no quiero nada con chopos”. Decidí voltearme a ver que Amelia Vega era que estaba diciendo tal frase, pero que sorpresa, la tipa no tenía ni 100 libras, era lo que uno le llama en el argot popular, un medio polvo. Luego la comprendí porque según mi parecer era borracha que estaba.
Pero no se podía quedar en tan importante zona de conquista de personas con el color opuesto al suyo (sankypankismo), los genes de esta especie. Delante de mí dos morenos de los más feos que mis putos ojos hayan registrado jamás en su base de datos, dándole una lección de merengue a un par de rubias, que más tarde sería de salsa. Dichas gringas tienen dos blocks atados a la cintura, que no se mueven. Pero por si esto fuera poco dándole mucho alcohol para luego poder entrar en terreno con más facilidad, ya que de esas dos señoras dependen sus papeles para largarse de selvalandia o en todos los casos el dinerito del fin de semana para vacilar. Ya estas estaban que hacían de todo.
Hacía mi derecha estaban las menores. Unas carajitas que no pasan de 13 años, una de ellas con un atuendo (faldita) que cualquier maniático por ahí la violaba, dizque en la calle a esa hora y bebiendo, es verdad que la educación se ha acabado ya, tal parece que los padres han optado por tirar a sus vástagos al universo a ver que el destino depare lo que sea con ellos.
Al rato de estar en el concierto delante de mí llega un muchacho con su pareja (era lo que creíamos) hasta que tiempo después llegó su verdadera pareja, un indiecito, delicado, se infundieron en un gran abrazo y un beso.
Pero el concierto en sí musicalmente hablando estuvo bien, no llegué a ver al Torito. El caballero de la salsa subió ahí luego de la intervención de Los Hermanos Rosario y deleitó al público sin parar por más de una hora con su largo repertorio.
Aquí comenzó el asunto. Lo primero es que al llegar nos estaban ofreciendo la boleta que valía RD$ 700.00 de área general en RD$ 50.00, las de VIP que valían 1,800 en RD$ 200.00, que más adelante estarían en RD$ 100. Mi madre que le había dado unas cuantas taquillas a mi hermano para que las vendiera, se le peló el buche, pues ni siquiera intentó venderlas al ver tales precios. Entramos al lugar y ya están cantando los Hermanos Rosario. La gente está botada bailando merengue. En el ambiente se sentía como un desorden, una falta de orden que dejaba mucho que desear. Fue luego que me enteré que esto había sido organizado por el Estado de Selvalandia (República Dominicana). Nos colocamos en un lugar un poco desahogado. De repente detrás de mí viene una jovencita y comienza a bailar con un rubito oscuro y dice: “yo no quiero nada con chopos”. Decidí voltearme a ver que Amelia Vega era que estaba diciendo tal frase, pero que sorpresa, la tipa no tenía ni 100 libras, era lo que uno le llama en el argot popular, un medio polvo. Luego la comprendí porque según mi parecer era borracha que estaba.
Pero no se podía quedar en tan importante zona de conquista de personas con el color opuesto al suyo (sankypankismo), los genes de esta especie. Delante de mí dos morenos de los más feos que mis putos ojos hayan registrado jamás en su base de datos, dándole una lección de merengue a un par de rubias, que más tarde sería de salsa. Dichas gringas tienen dos blocks atados a la cintura, que no se mueven. Pero por si esto fuera poco dándole mucho alcohol para luego poder entrar en terreno con más facilidad, ya que de esas dos señoras dependen sus papeles para largarse de selvalandia o en todos los casos el dinerito del fin de semana para vacilar. Ya estas estaban que hacían de todo.
Hacía mi derecha estaban las menores. Unas carajitas que no pasan de 13 años, una de ellas con un atuendo (faldita) que cualquier maniático por ahí la violaba, dizque en la calle a esa hora y bebiendo, es verdad que la educación se ha acabado ya, tal parece que los padres han optado por tirar a sus vástagos al universo a ver que el destino depare lo que sea con ellos.
Al rato de estar en el concierto delante de mí llega un muchacho con su pareja (era lo que creíamos) hasta que tiempo después llegó su verdadera pareja, un indiecito, delicado, se infundieron en un gran abrazo y un beso.
Pero el concierto en sí musicalmente hablando estuvo bien, no llegué a ver al Torito. El caballero de la salsa subió ahí luego de la intervención de Los Hermanos Rosario y deleitó al público sin parar por más de una hora con su largo repertorio.
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